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Prefacio



DECÍA mi tía "Pipi" (Guadalupe Glafira Torres Pallares), hermana de mi madre (María Teresa Torres Pallares), con su acento tabasqueño: "Los años son perros" y debemos aprender a asimilar, asumir, aceptar y cargar sus estragos con dignidad y alegría, aunque no deje de resultarnos una espina en el pundonor de la vanidad.

Mi madre —quien fuera mi ávida lectora, quizá la única fiel—, contraria a los eufemismos del discurso políticamente correcto que empezara a usar el ex presidente Vicente Fox Quezada, diría palabras más o menos: "¡Yo, persona de la tercera edad! ¡Adulto mayor! Al pan, pan; y al vino, vino. Soy vieja, sí y qué, ¡y a mucha honra! Trabajo me ha costado llegar a esta edad aun con todo y sus achaques. A mí no me digan "mamita", "abuelita", díganme ¡Madre!, ¡Abuela!, así, con mayúscula  y que resuene el peso de su significado. Quien se avergüenza de lo que aparenta, se avergüenza de lo que llegó a ser a fuerza de vivir o de dejar de vivir".

Ellas vivieron, de jóvenes, en la pobreza. Mi abuela, su madre, María Luisa Pallares Covarrubias sufrió mucho. Pero, esa es una historia y, mejor, sirva esta publicación solo como una probadita de lo que ya, desde hoy, comienzo a dar forma en el rescate de mis recuerdos y lazos familiares. Las historias de mis ancestros como de mis familiares las registraré aquí tal como recuerdo, grabé, investigué o me contaron directamente o trasmano. Con las distorsiones comprensibles y naturales de la memoria. La historia, al final, la escriben quienes quedan y según percibieron las cosas, los hechos, los dichos; incluso los olvidos y las omisiones. ¡Vaya, hasta las invenciones!

Por eso, de antemano ofrezco disculpas y pido perdón a todos aquellos, vivos o muertos, a quienes mis memorias no hagan aparente y debida justicia, sea con fotografías o palabras. Culpen en todo caso a la individualidad. Porque cada cual rememora de un mismo acontecimiento experimentado junto con otros lo que le resultó emocional e intelectualmente destacable, memorable, espectacular, lo que se quedó grabado, chueco o derecho, parcial o cercano a la totalidad. Se dice de común que cada quien cuenta como le fue en la feria. Así, a riesgo de ser vilipendiado, odiado incluso por propios y un poco menos por ajenos, hago este blog que tiene como finalidad hacer lo que Pablo Neruda: confesar que he vivido, bien o mal, completo o incompleto, pero vivido; y lo que Gabriel García Márquez, reconocer que la vida hay que vivirla para contarla. Estas disculpas, además, se justifican por el hecho y la decisión de hacer de estas memorias, como ha sucedido con otros trabajos y espacios y creaciones mías, públicas. En tiempos cuando los conceptos de lo público, lo privado y lo íntimo están en constante redefinición y no son lo que los abuelos o padres estimaban o suponían, no obstante, yo procuraré tener cuidado de no generar incomodidad, molestia, enojo; pero, adelanto que lo narrado y descrito aquí será en función estricta de lo que recuerdo y sin que ello signifique estar ciento por ciento errado en mi personalísima interpretación de las cosas, las personas y los momentos. Consciente estoy, ya lo dije, que solo poseo un fragmento de la verdad, vista o incluso distorsionada desde mi humilde parcela de realidad, desde mi perspectiva y punto de vista. Cada quien sabe las piedras que carga en el costal.

Carta justificante

No pretendo asentar aquí solo mi autobiografía, la cual dudo que, seguro, a más de uno pueda interesar suficientemente, por no decir que nada. En cambio sí deseo dejar huella de aquello y aquellos que me hicieron ser quien fui, he sido, soy y seré hasta mi última inspiración, con todos mis defectos y virtudes. Y, aunque algunos creen que la gente no cambia, algo que he constatado con los años es que eso no es cierto más que para los obtusos y negados. He podido notar así en mí como en otros que la gente cambia, para empezar y de modo evidente, por arte del tiempo. Evoluciona, quizá con lentitud, de modo casi imperceptible; o involuciona. A veces por amor, a veces por odio, a veces por solidaridad, a veces por arrepentimiento o miedo o rebeldía, etc., ¡qué se yo! El cambio, como la muerte, es la única constante en la existencia, entendido etimológicamente como freno, porque sin el cambio el devenir se desbocaría como los caballos de la carreta, igual que, sin la muerte, la vida no cobra significado. Bien plantea el Libro Tibetano de los Muertos: quien sabe de morir, sabe de vivir.

Lo que encontrarás aquí, pues, amable lector, pariente o no, será una colección más o menos organizada de recuerdos, si es posible ilustrados. No un diario o bitácora exactamente; tampoco un mero álbum o una seca genealogía —aunque estén incluídos en el esfuerzo—. Este es el mejor legado que puedo dejar, el mismo que recibí de quienes amé y he amado.

Al comienzo de la tarea que me trajo aquí, yo pensé catalogar lo delegado, mi herencia en una serie de novelas y cuentos. He tardado mucho en hacer tal, no por desidia o nostalgia, sino por azares de la vida misma. Mas ya es tiempo de poner manos a la obra con decisión y de modo definitivo. No es un asunto simple, pues las tramas y subtramas de las vidas de los personajes de esta historia tienen tantos cruces que el primer intento topó con nudos, vacíos, recovecos, puertas cerradas, negaciones, secretos, misterios que había que ubicar de forma adecuada para no confundirme, primero yo, y por extensión no hacerlo con quienes siguen estas líneas.

Así, el blog lo iré armando poco a poco, con constancia y, para empezar, en dos grandes raíces que sostienen y nutren los contenidos de mis troncos familiares materno y paterno, y desde los cuales se derivan los ramales más obvios y los más insospechados. La primera obedece a la etiqueta y categoría "La Canasta de Mamá Coneja" y la segunda a "La Casa del Duende Verde". En mis primeros intentos, estas categorías las usé tal cual como títulos de sendos blogs sin concretar demasiado. Hoy, con afán de simplificarme la existencia, poner orden más lógico, coherente y conseguir el interés de los lectores, asunto que no es menor, opté por reducir mis esfuerzos, concentrarlos en una sola plataforma y emplear una organización más básica conforme a las bondades de estas mismas herramientas tecnológicas tan útiles del siglo XXI y para quienes tenemos cierta vocación de amanuense.

En la medida de lo posible trataré de llevar un orden cronológico, tomando como columna vertebral mi autobiografía; pero, no se espere demasiada linealidad pues de ahí irán derivándose las distintas historias paralelas y cruzadas, como flash backsflash forwards, sueños, clips, secuelas o preludios, que en su momento iré identificando como, tal vez, capítulos de un mismo libro, de manera especial, empero como fragmentos de un orden literario mayor, casi libro o conjunto de libros. Confieso que estuve tentado a seguir el ejemplo de García Márquez y escribir mi propia versión de Cien años de soledad. Tal vez este blog lo sea, toda proporción guardada.

La organización de los contenidos

Nada o mucho me costaba tomar las anécdotas familiares y hacer lo que el premio Nobel de Literatura y otros: crear personajes inspirados en mis parientes y soltar la pluma. Si bien ese es un proyecto de tantos en mi cajón y haciendo ya fila para ver la luz, en algunos casos lo haré por no revelar ciertos hechos que a alguno pudieren resultar vergonzantes o difamatorios o perversos. Lejos estoy de atentar contra los derechos de mi gente, pero también lejos estoy de atentar contra el derecho de mis memorias a ser expuestas del modo como están en mi cabeza y en mi corazón. Sobre todo porque estoy claro de la importancia que mi familia, de un modo u otro, ha tenido en la construcción de mi país, aun cuando sus miembros no han sido del todo partícipes o conscientes de ello.

Nada o mucho me costaba capturar sin orden determinado los papeles de papá y mamá, las notas de mi diario personal, guiarme por las fotografías y películas familiares para narrar de manera desmadejada la biografía de una familia de tantas, que, se verá, no ha sido tan de tantas. Sin embargo, he preferido, reitero, narrar como si novela, aun cuando algunas escenas, episodios, capítulos parezcan desconectados del cuerpo general. Prefiero aquí y así, no cansar ni distraer al lector, pariente o no, con una gigantesca e inacabable novela y, mejor, conformar los equivalentes a compendios de cuentos anecdóticos o, cuando los temas lo permiten, los equivalentes a novelas relativamente cortas y capaces de suscitar el interés, fragmentando los momentos, las épocas, las situaciones que, en conjunto comprenden una y la misma historia: la mía y la de mi familia.

El conjunto de las publicaciones organizadas podrá o no dar pie a uno o más libros como imaginé tiempo atrás. Algunas, tomadas de forma aislada serán meros cuentos, barruntos capaces de dar luz sobre los personajes y las situaciones experimentadas por ellos. Algunas más parecerán no tener conexión con el tema que inspira al blog en tanto biografía familiar, por su carácter "periodístico", empero tienen cabida como parte del contexto de los personajes mismos y como distinción de esas categorías y fronteras que hacen lo público, privado e íntimo. Por lo mismo, no escapan a este esfuerzo reflexiones personales acerca de tópicos detonados por la misma memoria, sin pretensiones historicistas o académicas. Esas "lecciones" correrán con sus etiquetas aparte de lo estrictamente familiar, sin dejar de ser del ámbito personal.

Esto no es un desahogo solamente. Esto no es un impulso exhibicionista ni chantaje moral. No es una despedida, como luego se piensa de algunas biografías, sino mejor un saludo. Es, por encima de todo, el asentamiento de la forma como una biografía familiar se inserta en una historia, una genealogía, una sociología, una antropología social y filosófica, una psicología y hasta un ejercicio seudoterapéutico de constelaciones familiares y de biodescodificación neuronal que pinta un mínimo fragmento de México. Es amor puesto a prueba. Es, para bien o mal, guste o no, algo de mi vida.