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lunes, 6 de noviembre de 2023

Calima: una saga algo más que familiar


Como he comentado a propios y algunos extraños, desde el año pasado dos mil veintidós me puse en forma a redactar Calima, una saga de novelas que contiene no solo el producto de mi imaginación y fiebre literarias, sino que se basa en muchas de las anécdotas y leyendas que mis ancestros contaban en las reuniones y sobremesas, o recuerdos personales y de los todavía vivos, los cuales trato de reunir aquí con otra lógica.

La historia de mi familia es una que, por lo pronto para mí, me resulta fascinante no tanto o solo por las narraciones individuales o de grupo, sino porque implica todo un estudio de antropología familiar, de psicología familiar. Es más que abordar una prosapia, más que descubrir lazos genealógicos, linajes, heráldica, genética, significa con mucho adentrarme en la historia misma de mi país y aún más allá.

Comencé a interesarme en estos temas desde muy niño, pero no fue sino hasta mediados de la década de mil novecientos noventa que tomé la franca y determinante decisión de meterme de lleno a hacer algo más que armar un simple árbol genealógico.

Calima pasó de ser primero parte de un proyecto de maestría en Antropología Social, para convertirse en un reto personal que involucraba sacar adelante un amplio conjunto de proyectos literarios de cuentos, ensayos y novelas guardados en el cajón, y los cuales decidí ligar con parte de la historia familiar tomando como pretexto de anclaje y punto de partida mi autobiografía, la que quizás no sea memorable para alguien, pero para mí lo es y basta. Ello ha implicado un enorme esfuerzo de imaginación, organización de los materiales y apuntes para ir dando forma a una versión personalísima de mi prosapia.

Por supuesto se entiende que en el camino y en la medida de mis posibilidades he investigado en documentos, archivos diversos, he preguntado a ancestros, familiares, visitado museos, sitios varios, grabado sus leyendas y anécdotas, conjuntando todo, procurando dar una coherencia y congruencia que permita dar a conocer y entender a propios y extraños las razones por las que considero fascinante la biografía de mi familia. Me ha implicado descubrir, revelar o cuidar los secretos (que nunca faltan) para hacer la historia, incluso dentro de la ficción, una verosímil o incluso corroborable, aunque también respetando algunos misterios como recurso literario y en apego al derecho individual de quienes pudieren verse afectados en su susceptibilidad, dignidad o derecho. Algunas leyendas que tocan la historia de México o de España u otras localidades podrán ser contradichas, seguramente, pero tal como las registro conforman por lo pronto mi verdad familiar, sin que ella la valore como absoluta.

Junto con este blog y otros esfuerzos, esto es, creo, lo que pretendo como algo mejor que mi legado, el legado de un amplio grupo de personas que, aunque simples y comunes, han tenido o tuvieron la suerte o la inteligencia de incidir de un modo u otro, directa o indirectamente al menos como testigos, al desarrollo de una historia nacional, me atrevo a decir que incluso mundial como se verá en algunos pasajes o como he descrito y seguiré describiendo en este blog particular y otros asociados.

De Calima, a la fecha, tengo avanzado casi el dieciocho por ciento del primer libro de un total, según mi afán y proyecto, de cuarenta y cinco, más o menos. No sé si la vida me dará el tiempo suficiente para conformar la obra completa, pero estoy determinado a poner todo mi corazón, mi fe y memoria, mi amor en este proyecto y sus derivaciones, las que iré desatando en forma de libros autopublicados para distribuirse impresos, en formato electrónico, quizás audiolibros, tal vez por entregas en el blog dedicado y que ya vinculo en la columna izquierda de este blog.

En Calima, la fantasía y la ciencia ficción son recursos para enmascarar, disfrazar algunos aspectos y personajes de los que, o se me ha pedido discreción, o a falta de certeza en lo narrado he preferido diluir de manera metafórica para no ofender o faltar a la dignidad de los hechos o personas. Sé que, aún así, probablemente incurriré en infidencias por causas involuntarias y por necesidad del proyecto y las tramas, espero que ello no sea causa de volverme un proscrito, para empezar, en mi círculo familiar.

martes, 7 de marzo de 2023

De cuando fui sacerdote por un día


Vi las siguientes entrevistas y se me removieron los recuerdos asociados a mi paso por los escenarios.


A Evelyn Lapuente le escribí estas líneas:

Distinguida y apreciada Evelyn. Tal vez no me recuerde, alguna ocasión la busqué hace muchos años por motivos profesionales, pero también personales habiendo sido amiga de mi madre. Soy José Antonio de la Vega Torres, también conocido por usted como "Pecadito", hijo de María Teresa Torres Pallares o Torres de la Vega (su apellido de casada), de la época cuando estuvieron en el grupo de teatro de Pepe "Perro" Estrada. He visto con gran deleite la entrevista que le hizo Mara Patricia Castañeda, y me da mucho gusto verla tan entera en todo sentidos. Estoy seguro que mi madre ha disfrutado igualmente viendo la entrevista a mi lado, desde el lugar donde ahora se encuentra desde 2009. Verla me ha llenado de gozo, y ha sido como tener a mi madre y sus recuerdos de vuelta, aunque sé bien que siempre está conmigo no solo en el pensamiento sino con sus manifestaciones sobrenaturales. Me pide que le haga extensivos sus saludos y que se siente orgullosa de haber cruzado su vida con una mujer tan valiosa como usted. Abrazo


Don Rafael es un tipazo, un gran compañero. Tuve la gracia de trabajar a su lado muchos años atrás. Yo hacía un bit en la telenovela "Simplemente María", con el personaje del sacerdote que en la primer parte de la historia bautiza a su hijo. Entré porque Verónica Pimstein, que fue mi condiscípula en la universidad me invitó a sabiendas de que yo hacía teatro y además colaboraba gracias a ella en el staff de don Valentín Pimstein como analista literario (me tocó entre otros casos analizar completa la primera versión de "Carrusel" producida por Angelli Nesma). Mi tirada profesional, como alguna vez le comenté a mi también condiscípulo y amigo pero en la prepa, Odiseo Bichir, era la actuación, el guionismo, convertirme en escritor y director de escena. Hoy me pregunto qué fue de mi vida.

Volviendo al punto, en el camino a la locación, la parroquia y convento de Santo Domingo de Guzmán en Mixcoac, pude convivir con parte del elenco, en especial la grandiosa Silvia Derbez. En unos minutos de viaje aprendí tanto de ella. Ya en la parroquia, Beatriz Sheridan me preguntó si era católico (siendo ella judía), si conocía los rituales del bautismo, dije que sí (no mentí, aunque entonces renegado todavía no me definía como agnóstico y por lo mismo no era neófito, pero tampoco ignorante de lo necesario). Me puse el atuendo preparado por vestuario. Al verme el párroco súper amable se opuso a que vistiera de tal modo. Me llevó a la sacristía, me prestó cada prenda de su atuendo original enseñándome a portarlo con dignidad, conociendo cada pieza y su significado: el alba, el cíngulo, la casulla, la estola. Nadie de la producción se opuso o emitió queja. Llegado el momento de la grabación, Beatriz solo me dio tres indicaciones: 1) Tú ya sabes que hacer. 2) No llevas micrófono, no hay diálogo. 3) Marca la acción de la escena en esta posición primero, con toma al centro del altar dando la bendición, luego aquí junto a la pila bautismal. ¿Hecho? ¡No más!

Me concentré muy profesionalmente, al escuchar ¡Dos!, como cue, hice la faramalla mímica de la bendición, diciendo la oración en silencio, solo moviendo los labios (me dije, para qué gastar saliva si no hay micrófono). ¡Corte! ¡Queda! ¡Oh —me dije satisfecho—, a la primera! ¡Palomita! Entonces una voz entre las bancas se alzó: ¡Caray, no nos dijeron que iba a ser misa de mudos!, y estallaron carcajadas plenas en el templo. Rafa Inclán, ocurrente como siempre me hizo la novatada con su comentario chusco. Primero me sentí morir por la mofa, pero enseguida comprendí el compañerismo suyo y de todos. La siguiente toma, vertiendo el agua bendita en la cabeza del bebé, con todos alrededor, me sentí totalmente arropado. Necesitó solo tres tomas de reacción de Victoria Ruffo, Silvia Derbez y otros. Por ahí tengo el clip que pude rescatar hace poco.


Años después me topé con él en la ANDI, en la época que estaba montando Tartufo, lo saludé y le recordé el incidente. Reímos. Igual ni se acordaba y me dio el avión, sin embargo se disculpó si por el asunto me había hecho sentir ridículo. De ninguna manera, le dije, fue una gran lección de compañerismo y humildad, así lo consideré.

jueves, 2 de marzo de 2023

Irma Serrano (1933-2023) y mis padres

Foto: Facebook Irma Serrano La Tigresa Oficial segunda parte

AYER FALLECIÓ la controvertida artista y política de origen chiapaneco Irma Serrano. ¿Por qué escribir sobre ella en este blog familiar?  A riesgo de alterar la anécdota narrada por mis padres, así la recuerdo.

Corría el año mil novecientos setenta, tal vez el setenta y dos, creo que durante la presidencia de uno de los amigos de papá, Víctor Manuel Nájera Castro "Piolín". El dato preciso se me escapa de la memoria. Era mediados de diciembre. La Asociación Nacional de la Publicidad (A.N.P.) de la que mi padre fue presidente (1961-1963) celebró una de sus ya acostumbradas posadas navideñas. Al festejo asistieron los socios con sus esposas, y una de las artistas contratadas para amenizar la fiesta fue la que entonces causaba sensación: Irma Serrano, guapa, atrevida, con esos divinos ojos verde ambarinos de mirada hechicera y fulminante como la que he imaginado para Mármara Afrodakis, el personaje femenino protagónico de uno de los libros de mi serie de novelas cuasi saga Calima que me encuentro redactando, próximo a publicar y que incluye así sea en forma de escenas de ficción la biografía de mi familia y de la que este blog es raíz.

Los señores estaban fascinados con la presencia y la actuación de la polémica Irma Serrano "La Tigresa" solo un año menor que mi madre. La artista se paseaba contoneando sus atractivas formas delineadas sobre el escenario, mostrando su torneadas bazas apenas cubiertas con una falda diminuta que revolucionaba el estilo del vestuario ranchero, y la volvía todo un símbolo sexual de valía inalcanzable salvo para algún ex presidente como Gustavo Díaz Ordaz o aquellos hombres sobre quienes ella y solo ella, "come hombres", echaba el ojo.

Pues ahí estaban mi papá y mi mamá. Mientras los señores animaban a mi padre a acercarse al escenario para entregar un ramo de flores a la cantante, las señoras se sentían ofendidas por el comportamiento de sus maridos y los desplantes de la siempre provocadora y provocativa Tigresa.

Mi madre no podía ocultar su descontento, su desagrado y su rostro lucía un gesto de repugnancia. El diminuto vestuario de la cantante vernácula y actriz de cine, la que años después sería empresaria teatral rescatadora del Teatro Virginia Fábregas en el centro de la Ciudad de México y al que llamó Frú Frú, dejaba muy poco a la imaginación de los hombres que descargaban sus ansias de casanovas en mi padre, siempre objeto de sus bromas pesadas y burlas que él capoteaba como si nada.

La cantante, atenta a ese comportamiento masculino se aproximó al proscenio. La mesa donde estaban sentados mis padres y sus amistades estaba allí, al alcance de la mano. Dándose cuenta también de la elocuente expresión facial de mi madre, Irma Serrano, se envalentonó y bronca como era determinó darles un estate quieto a ellos y un quítate que ahí te voy a ellas aprovechando la pausa discursiva durante uno de los puentes musicales del tema que le diera más fama, "La Martina". Justo al decir: "¡Ay, muchachitos, por qué son tan incomprensivos? Las mujeres también tenemos derecho", La Tigresa agregó enfática y mirando fíjamente a mi madre: "¿Verdad, señora?". Mi madre cambió su semblante, avergonzada, los señores fingieron demencia al son de las carcajadas y mi padre no se dio por aludido.





viernes, 11 de marzo de 2022


Un recuerdito... Fui uno de los que te solicitó reacción a esto. Vale decir, para ahondar en el contexto, que la canción "No" originalmente no es de Armando Manzanero. Carlos Lico contó en una entrevista televisiva que vi personalmente (no hallable en formato digital, por desgracia) que durante un viaje a Centro o Suramérica (no recuerdo preciso el dato), quizás Guatemala, Ecuador o Perú, escuchó un bolero que abordaba el tema y le gustó, era un bolero de un compositor desconocido y que, por razones musicales, no estaba logrando colocarse. Es sabido que Lico también era algo compositor, más letrista, y durante el vuelo redactó la letra para afinar la idea gestada por aquel bolero ajeno. Llegando al hotel, por teléfono le leyó la letra a Manzanero para que le hiciera un arreglo pues estaban conformando un álbum para la disquera y faltaba un tema para cerrar el índice del contenido. Manzanero adaptó, modificó e hizo suya la idea para crear "No". Ojalá y se encuentre ese material que reseño, porque sería un gran documento probatorio de la gran colaboración entre estos dos grandes de la música latinoamericana y mundial. Tengo idea, sin afirmarlo, que en un programa que tuvo Armando Manzanero en Canal 40 llegó a relatar la misma versión, confirmando así su autoría sin menoscabo del crédito al cantante.

Aparte, para mí este es un tema estrenado en 1966 que es fundamental en mi vida pues me llena de recuerdos: yo, niño, con tres años de edad, parado ante el televisor haciendo fonomímica "cantando" esta canción y mi madre, hermanas, primas como espectadoras y aplaudiendo al final. Nunca canté ni en público ni en petit comité. Tras la muerte de mi madre me animé a ir con unos amigos a un karaoke y una de las primera canciones que me animé a cantar fue esta, conteniendo el llanto por la reciente pérdida. Una de mis amistades se me acercó y me dijo cuán sorprendida estaba, no imaginaba que yo pudiera cantar de tal modo. Tuve grandes maestros en esos cantantes, buen oído y una afinación poco más que regular. Artísticamente me decanté más por el teatro, la locución, la escritura.



domingo, 16 de febrero de 2020

Prefacio


(Modificación: 11/Dic/2023).

DECÍA mi tía "Pipi" (Guadalupe Glafira Torres Pallares), hermana de mi madre (María Teresa Torres Pallares), con su acento tabasqueño: "Los años son perros" y debemos aprender a asimilar, asumir, aceptar y cargar sus estragos con dignidad y alegría, aunque no deje de resultarnos una espina en el pundonor de la vanidad.

Mi madre —quien fuera mi ávida lectora, quizá la única fiel—, contraria a los eufemismos del discurso políticamente correcto que empezara a usar el ex presidente Vicente Fox Quezada, diría palabras más o menos: "¡Yo, persona de la tercera edad! ¡Adulto mayor! Al pan, pan; y al vino, vino. Soy vieja, sí y qué, ¡y a mucha honra! Trabajo me ha costado llegar a esta edad aun con todo y sus achaques. A mí no me digan "mamita", "abuelita", díganme ¡Madre!, ¡Abuela!, así, con mayúscula  y que resuene el peso de su significado. Quien se avergüenza de lo que aparenta, se avergüenza de lo que llegó a ser a fuerza de vivir o de dejar de vivir".

Ellas vivieron, de jóvenes, en la pobreza. Mi abuela, su madre, María Luisa Pallares Covarrubias sufrió mucho. Pero, esa es una historia y, mejor, sirva esta publicación solo como una probadita de lo que ya, desde hoy, comienzo a dar forma en el rescate de mis recuerdos y lazos familiares. Las historias de mis ancestros como de mis familiares las registraré aquí tal como recuerdo, grabé, investigué o me contaron directamente o trasmano. Con las distorsiones comprensibles y naturales de la memoria. La historia, al final, la escriben quienes quedan y según percibieron las cosas, los hechos, los dichos; incluso los olvidos y las omisiones. ¡Vaya, hasta las invenciones!

Por eso, de antemano ofrezco disculpas y pido perdón a todos aquellos, vivos o muertos, a quienes mis memorias no hagan aparente y debida justicia, sea con fotografías o palabras. Culpen en todo caso a la individualidad. Porque cada cual rememora de un mismo acontecimiento experimentado junto con otros lo que le resultó emocional e intelectualmente destacable, memorable, espectacular, lo que se quedó grabado, chueco o derecho, parcial o cercano a la totalidad. Se dice de común que cada quien cuenta como le fue en la feria. Así, a riesgo de ser vilipendiado, odiado incluso por propios y un poco menos por ajenos, hago este blog que tiene como finalidad hacer lo que Pablo Neruda: confesar que he vivido, bien o mal, completo o incompleto, pero vivido; y lo que Gabriel García Márquez, reconocer que la vida hay que vivirla para contarla. Estas disculpas, además, se justifican por el hecho y la decisión de hacer de estas memorias, como ha sucedido con otros trabajos y espacios y creaciones mías, públicas. En tiempos cuando los conceptos de lo público, lo privado y lo íntimo están en constante redefinición y no son lo que los abuelos o padres estimaban o suponían, no obstante, yo procuraré tener cuidado de no generar incomodidad, molestia, enojo; pero, adelanto que lo narrado y descrito aquí será en función estricta de lo que recuerdo y sin que ello signifique estar ciento por ciento errado en mi personalísima interpretación de las cosas, las personas y los momentos. Consciente estoy, ya lo dije, que solo poseo un fragmento de la verdad, vista o incluso distorsionada desde mi humilde parcela de realidad, desde mi perspectiva y punto de vista. Cada quien sabe las piedras que carga en el costal, razón por la cual adelanto los pertinentes agradecimientos a aquellos familiares que, conociendo lo que trae el suyo, hayan, han venido o vengan a corregirme la plana. Más que tomarlo como una afrenta, es, ha sido y será una justa aportación que afina, para bien, lo aquí contenido. Así, no extrañe al curioso lector que aquí se asoma que de pronto haya adendos o modificaciones, actualizaciones ya sea en la forma de nuevos textos aclaratorios, en el formato o en franca edición de lo ya escrito, como es el caso de las últimas cinco líneas que ahora pasan tus ojos, añadidas en medio de la pandemia de Covid-19, 28 de abril de 2021.

Carta justificante

No pretendo asentar aquí solo mi autobiografía, la cual dudo que, seguro, a más de uno pueda interesar suficientemente, por no decir que nada. En cambio sí deseo dejar huella de aquello y aquellos que me hicieron ser quien fui, he sido, soy y seré hasta mi última inspiración, con todos mis defectos y virtudes. Y, aunque algunos creen que la gente no cambia, algo que he constatado con los años es que eso no es cierto más que para los obtusos y negados. He podido notar así en mí como en otros que la gente cambia, para empezar y de modo evidente, por arte del tiempo. Evoluciona, quizá con lentitud, de modo casi imperceptible; o involuciona. A veces por amor, a veces por odio, a veces por solidaridad, a veces por arrepentimiento o miedo o rebeldía, etc., ¡qué se yo! El cambio, como la muerte, es la única constante en la existencia, entendido etimológicamente como freno, porque sin el cambio el devenir se desbocaría como los caballos de la carreta, igual que, sin la muerte, la vida no cobra significado. Bien plantea el Libro Tibetano de los Muertos: quien sabe de morir, sabe de vivir.

Lo que encontrarás aquí, pues, amable lector, pariente o no, será una colección más o menos organizada de recuerdos, si es posible ilustrados. No un diario o bitácora exactamente; tampoco un mero álbum o una seca genealogía —aunque estén incluídos en el esfuerzo—. Este es el mejor legado que puedo dejar, el mismo que recibí de quienes amé y he amado.

Al comienzo de la tarea que me trajo aquí, yo pensé catalogar lo delegado, mi herencia en una serie de novelas y cuentos. La idea persiste. He tardado mucho en hacer tal, no por desidia o nostalgia, sino por azares de la vida misma. Mas ya es tiempo de poner manos a la obra con decisión y de modo definitivo. No es un asunto simple, pues las tramas y subtramas de las vidas de los personajes de esta historia tienen tantos cruces que el primer intento topó con nudos, vacíos, recovecos, puertas cerradas, negaciones, secretos, misterios que había que ubicar de forma adecuada para no confundirme, primero yo, y por extensión no hacerlo con quienes siguen estas líneas.

Así, el blog lo iré armando poco a poco, con constancia y, para empezar, en dos grandes raíces que sostienen y nutren los contenidos de mis troncos familiares materno y paterno, y desde los cuales se derivan los ramales más obvios y los más insospechados. La primera obedece a la etiqueta y categoría "La Canasta de Mamá Coneja" y la segunda a "La Casa del Duende Verde". En mis primeros intentos, estas categorías las usé tal cual como títulos de sendos blogs sin concretar demasiado. Hoy, con afán de simplificarme la existencia, poner orden más lógico, coherente y conseguir el interés de los lectores, asunto que no es menor, opté por reducir mis esfuerzos, concentrarlos en una sola plataforma y emplear una organización más básica conforme a las bondades de estas mismas herramientas tecnológicas tan útiles del siglo XXI y para quienes tenemos cierta vocación de amanuense. Estas etiquetas, sin embargo, con el tiempo he decidido que además de referirse a los linajes que representan, incluyan aquellos documentos y apuntes extraídos y capturados desde las libretas y contenedores donde están acopiados textos y otros recuerdos almacenados sin orden específico por mis padres.

Si bien lo deseable es que en la medida de lo posible trate de llevar un orden cronológico, tomando como columna vertebral mi autobiografía, en realidad ese afán no será el determinante. Y esto lo he decidido así recientemente (este apunte lo añado en diciembre de dos mil veintitrés), porque al momento de estarme dedicando a escribir mi saga Calima que tiene entre sus finalidades narrar la historia familiar, he debido dejar que los recuerdos anecdóticos así como las investigaciones genealógicas e históricas marquen el ritmo y el orden, en vez de sujetarme al cartabón de un plan premeditado. Por ello y como ya advertía cuando escribí estas líneas por primera vez, en febrero de dos mil veinte, no se espere demasiada linealidad pues de ahí irán derivándose las distintas historias paralelas y cruzadas, como flash backs, flash forwards, sueños, clips, secuelas o preludios, que en su momento iré identificando empero de manera especial como capítulos o escenas de la misma saga, tentado a seguir el ejemplo de García Márquez y escribir mi propia versión de Cien años de soledad. Tal vez este blog lo sea, toda proporción guardada.

La organización de los contenidos

Nada o mucho me costaba tomar las anécdotas familiares y hacer lo que el premio Nobel de Literatura y otros: crear personajes inspirados en mis parientes y soltar la pluma. Si bien ese es un proyecto de tantos en mi cajón y haciendo ya fila para ver la luz, en algunos casos lo haré por no revelar ciertos hechos que a alguno pudieren resultar vergonzantes o difamatorios o perversos. Lejos estoy de atentar contra los derechos de mi gente, pero también lejos estoy de atentar contra el derecho de mis memorias a ser expuestas del modo como están en mi cabeza y en mi corazón. Sobre todo porque estoy claro de la importancia que mi familia, de un modo u otro, ha tenido en la construcción de mi país, aun cuando sus miembros no han sido del todo partícipes o conscientes de ello.

Nada o mucho me costaba capturar sin orden determinado los papeles de papá y mamá, las notas de mi diario personal, guiarme por las fotografías y películas familiares para narrar de manera desmadejada la biografía de una familia de tantas, que, se verá, no ha sido tan de tantas. Sin embargo, he preferido, reitero, narrar como si novela, aun cuando algunas escenas, episodios, capítulos parezcan desconectados del cuerpo general. Prefiero aquí y así, no cansar ni distraer al lector, pariente o no, con una gigantesca e inacabable novela y, mejor, conformar los equivalentes a compendios de cuentos anecdóticos o, cuando los temas lo permiten, los equivalentes a novelas relativamente cortas y capaces de suscitar el interés, fragmentando los momentos, las épocas, las situaciones que, en conjunto comprenden una y la misma historia: la mía y la de mi familia.

Valga decir que la idea aquí encarnada data de finales del siglo XX, cuando comencé a redactarla sobre las rodillas, allá por 1998. El blog, uno entre varios de mi red y como tal lo comencé hacia 2007 y por eso se hallan artículos de antaño, aun cuando estas líneas las tracé en 2020. En el transcurso he debido tomar distintas decisiones sobre organización, contenido y diseño que hoy ves reflejadas aquí.

El conjunto de las publicaciones organizadas podrá o no dar pie a uno o más libros como imaginé tiempo atrás. Algunas, tomadas de forma aislada serán meros cuentos, barruntos capaces de dar luz sobre los personajes y las situaciones experimentadas por ellos. Algunas más parecerán no tener conexión con el tema que inspira al blog en tanto biografía familiar, por su carácter "periodístico", empero tienen cabida como parte del contexto de los personajes mismos y como distinción de esas categorías y fronteras que hacen lo público, privado e íntimo. Por lo mismo, no escapan a este esfuerzo reflexiones personales acerca de tópicos detonados por la misma memoria, sin pretensiones historicistas o académicas. Esas "lecciones" correrán con sus etiquetas aparte de lo estrictamente familiar, sin dejar de ser del ámbito personal. Postada: un año luego de escribir esto cambio ligeramente mi justificación y anuncio que en definitiva mi esfuerzo caminará abiertamente por dos vías la biográfica y la novelística creando una saga que iré desatando justo aquí, como explicaré en un artículo al respecto dentro del cuerpo de este blog. Una adición que haré y para el efecto sobre todo de la segunda idea será la inclusión de un índice o tabla de contenido que permita seguir la estructura de la saga de manera más ordenada y sencilla, muy aparte de incluir los widgets relativos al archivo del blog y dando a la plantilla de diseño una apariencia más adecuada en la idea de "libro" y también la inclusión de notas aclaratorias como esta absorbidas en el cuerpo general, sin más, y que solo quienes hayan leído la primera versión podrán notar.

Esto no es un desahogo solamente. Esto no es un impulso exhibicionista ni chantaje moral. No es una despedida, como luego se piensa de algunas biografías, sino mejor un saludo. Es, por encima de todo, el asentamiento de la forma como una biografía familiar se inserta en una historia, una genealogía, una sociología, una antropología social y filosófica, una psicología y hasta un ejercicio seudoterapéutico de constelaciones familiares y de biodescodificación neuronal que pinta un mínimo fragmento de México. Es amor puesto a prueba. Es, para bien o mal, guste o no, algo de mi vida.