Recientemente el insigne periodista mexicano Guillermo Ochoa publicó el video que incluyo al calce y que detonó escribir estas líneas sacadas de la memoria familiar que ahora comparto para propios y extraños.
De las primeras películas de Cantinflas, la que se le olvidó es la icónica El signo de la muerte protagonizada con Manuel Medel. Esa escena del teléfono que narra es de El gendarme desconocido (1941)" y el jefe es Rubén "El Chino" Herrera quien, siendo yucateco, no tenía nada de chino.
Me hizo recordar a mi madre, a mi abuela y dos momentos importantes de la biografía familiar. Uno, cuando mi madre fue a pedir ayuda para mi abuela que padecía de una úlcera gástrica muy fuerte y el doctor que la atendía (Dr. Mingram) por sugerencia de algunas amistades acomodadas (mi abuela era portera en una vecindad en la Guerrero) le recetó un tratamiento costoso y lo que mi madre ganaba en Seguros de México era insuficiente. Mi madre esperaba y solicitó un préstamo en efectivo para pagarle con su sueldo, en cambio, Cantinflas le ofreció a mi abuela trabajo de costurera (había trabajado de eso entre otras cosas en sus años mozos, siendo costurera de la Rivas Cacho, en las carpas y teatros de revista, y era tan buena que se la peleaba María Conesa); pero, mi abuela, aunque no era muy mayor, ya no estaba en condiciones de esa clase de trabajo desgastante. Ante los argumentos, Cantinflas se limitó a sacar de la bolsa cincuenta pesos y se los dio a mi madre, ¡que era mucho relativamente! para mediados de la década de los cuarenta (más o menos 1948). No podía dar más en ese momento (porque había otras personas también necesitadas esperando).
Muchos años después, teniendo yo diez, once años de edad, sufrí de otitis y mi madre me llevó a ser atendido por un médico recomendado por su ginecólogo que atendía en el mismo hospital más o menos nuevo: Mocel (para el que entiendo que Cantinflas aportó parte de la inversión) y donde mi tío Lamberto Castellanos gustaba de acudir para hacerse sus chequeos anuales.
En la primera consulta mi madre preguntó al médico su relación con aquél y resultó ser hijo o sobrino, no recuerdo bien. Saliendo del hospital tras la consulta, en la bahía de transporte a la entrada nos paramos junto a Cantinflas que esperaba a su chofer, vestía un abrigo negro de casimir, sus gafas negras, zapatos gris oscuro de gamuza y suela de goma (los "Hush Puppies" estaban poniéndose de moda). Mi madre lo saludó, él contestó con seca cortesía, me miró, abordó su auto y fue todo.
Aunado a este recuerdo siempre está el más cálido: siempre, durante mi tratamiento de la otitis, invariablemente mi madre y yo parábamos en la cafetería del hospital para cenar un café con pay de queso y zarzamora (¡ups!, solo escribir esto último me rasó los ojos de lágrimas y no puedo continuar...).
Ya trabajando yo como corrector de estilo para TVyNovelas, teniendo como jefes directos a Chucho Gallegos, Elizabeth Vargas y Rafael Torres, sucedió la muerte de Cantinflas, yo quería que mi contacto ya narrado pasara a la historia entre las miles de anécdotas que cientos de periodistas iban a narrar en una de las series de publicaciones más sonadas de la historia. Pedí permiso a don Chucho de redactar unos artículos, me dio oportunidad, la falta de espacio y mi estilo impidieron que mis textos fueran publicados, además de ser yo "apenas" un corrector de estilo aunque con más preparación (que me perdonen la falta de humildad) que mis colegas entonces. Por ahí tengo esos textos. Ya los rescataré en alguno de mis blogs, como estoy haciendo con tantas otras cosas que he escrito y aguardan entre cajones y estanterías.)