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domingo, 6 de febrero de 2022

El mundo es un pañuelo

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Puente y torreón de La Encantada, Zacatecas
Dibujo a carboncillo por mi abuela
María de los Ángeles Acuña Galindo,
1924.

SIN DUDA el mundo es un pañuelo donde todos, con nuestras tristezas y alegrías, terminamos tarde o temprano confluyendo y encontrándonos, directa o indirectamente como partes de ese tejido entramado que es la vida.

Lo anterior viene a cuento porque ahora, con mi reciente cumpleaños 59 sucedieron varias reminiscencias, se dieron varios indicios si se quiere casuales que me remontaron a esa idea.

Primero, llegaba a casa y vi a una de mis vecinas, entonces me asaltó el recuerdo de cuando mi madre organizó mi primera fiesta de cumpleaños de "grandes dimensiones" en la nueva casa de La Florida, en Naucalpan, en mi florida Villa de los Girasoles como la he llamado y ha dado pie a la localidad donde ocurren y ocurrirán muchas de las aventuras de mis personajes de la saga Calima bajo el nombre de "La florida villa Sonnenblumendorf". Vi a mi vecina, decía y recordé ese cumpleaños número siete. Nosotros llegamos a ese domicilio dos años antes, seis de octubre de 1968, y era la primera vez que a mi madre se le ocurría invitar a más gente aparte de mis familiares, es decir a nuevos amigos de la escuela y vecinos.

Recuerdo el retrato: suena el timbre, mi madre me dice que acuda a abrir, que seguro es para mí el llamado. Abro la puerta y veo enfrente dos niñas "desconocidas" cargando sendos regalos y su madre detrás.

No supe cómo reaccionar, agradecí y cedí el paso. No eran enteramente desconocidas, lo sé, pero en ese momento cuando apenas tenía trato con ellas las vi ajenas. Por supuesto, fue el comienzo de una amistad vecinal, una hermandad que se extiende hasta hoy.

Pero, también, en este cumpleaños 59 han abundado las referencias al arte y no he podido dejar de lado la influencia que desde los genes impera sobre mí y varios de mis parientes.

Recibir el saludo y felicitación de mi prima Adriana Cervantes de la Vega me remitió a su valiente decisión de dedicarse a vivir de la pintura, y ciertos videos sugeridos por el algoritmo de YouTube reforzaron el tema. Me hicieron pensar no nada más en ella, pero también en el talento plástico que cunde en mi familia por el lado paterno emparentado en un tercer o cuarto grado con José María Velasco, el famoso paisajista mexicano del siglo XIX, por la rama Bustamante Acuña, donde he de mencionar al tío Manuel, primo de mi papá, quien es arquitecto, académico en la Universidad Iberoamericana, barítono del coro de Bellas Artes y ha publicado, entre otras cosas el libro Forma y Espacio: Representación gráfica de la Arquitectura.

Y me vino también a la mente el listado de quienes hemos abrazado de lleno o de pasada, profesionalmente como oficio o como afición las artes y que puedo mencionar hasta donde sé: mi prima Alejandra de la Vega Amador (diseño), Nora Cervantes de la Vega (dibujo y cerámica), Adriana Cervantes de la Vega (pintura), su hija Susana (diseño y fotografía), mi hermana Patricia (baile y dibujo), sus hijos Jolianna (música y canto), Antonio Andrade (literatura); mi primo Edmundo Castellanos (música); mi papá (redacción publicitaria, dibujo y pintura), su hermano, mi tío Víctor (literatura), Javier Pallares (diseño), tía Pita Pallares (pintura y manualidades), mi abuela materna (costura, corte y confección), mi tía Delia Amador (corte y confección, cocina), mi mamá (manualidades, cocina y muy especialmente literatura y teatro), mi prima Gema (manualidades), Silvia Junco (pintura), mi tía Pipi (literatura y periodismo), mi abuela paterna, Ángeles Acuña, (pintura, costura, corte y confección, manualidades), mi hermana Sandra (fotografía y baile). ¿Faltó alguien? ¡Claro! Imposible dejar de mencionar a Thalía Sodi, la famosa actriz y cantante, cuyo parentesco por mi lado materno, aunque algo lejano, es insoslayable igual que sucede con el director musical y arreglista Jorge Neri, el actor, escritor y director cinematográfico Carlos Orellana, mi abuelo materno real Adrián "Júbilo" Castillo, periodista.

Decía yo que el mundo es un pañuelo porque estos llamémosles patrones hereditarios de talentos, aficiones, gustos, ocupaciones, oficios, tendencias parecería repetirse a lo largo de la historia como he podido observar en mis investigaciones acerca de mi familia, pero además parece ser similar a lo que ocurre al interior de otras familias. De aquí es que desarrollé una hipótesis hace años acerca de los legados e influencias que los linajes han tenido en el desarrollo de zonas, regiones, ciudades, países, e incluso más allá de las fronteras. No me cabe duda de que la digamos exportación de de linajes y legados de parentesco consanguíneo y por afinidad ha sido determinante mucho más allá de la conformación de "constelaciones familiares" con incidencia en lo psicológico, lo conductual. Así desarrollé mi teoría de que, así como unas pocas familias —dato comprobable y conocido— dominan, han dominado la economía, ocurre lo mismo con la política e incluso con ciertas habilidades heredadas, tanto para bien como para mal. Y no hablo solo de una transmisión intergeneracional por vía educativa, moral, o solo genética, sino de todo un complejo de rasgos rastreables mediante la genealogía y que, bien leídos, pueden permitir una interpretación más objetiva, menos subjetiva de los motivos detrás de muchos acontecimientos e hitos de la historia.. Lo que sucede también es que eso, por difuminado en la cotidianidad, acaba por perderse en el anecdotario como minucias familiares, específicas, aun cuando sus huellas pudieran haber trascendido por otras vías más cercanas a la institucionalidad y la tradición.

Cuando más o menos expuse semejantes ideas en una conferencia años atrás durante un simposio de comunicólogos colegas, varios de estos y lo diré coloquialmente me tiraron de Lucas, mi tesis era poco interesante. Quizás la forma de exponerla de mi parte le dio al traste, o quizás sonó tan salida de la caja que les resultaba cuando menos extravagante mi propuesta.

Parece que los años, poco a poco, me han ido dando la razón y otros estudiosos han venido explorando ese camino con sus propias deducciones.

La vida nos tiene más coincidencias que certezas. Si por una parte me resultó sorprendente enterarme del parentesco con una figura como José María Velasco, más me sorprendió saber mucho tiempo después de mi paso por la preparatoria y, sin saber, que unos profesores ahí, hermanos, que dirigían el coro donde cantaba mi mejor amiga Yvonne resultarían también medio parientes por esa misma vía del apellido Bustamante al apellidarse ellos Sánchez-Armas, músicos. Me enteré recientemente revisando la genealogía del pintor ya mencionado y, si bien la genealogía en sus cálculos generacionales me indicará mediante un programa que utilizo que no somos parientes (directos), su sola aparición en mi árbol ya me arroja datos acerca de los misteriosos caminos por los que la vida, tarde o temprano, nos junta, así sea para saludar juntos al sol.

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